
Unos decían que sería italiano; otros que filipino. Los había partidarios de un Papa joven y los había quienes preferían uno más mayor. Cada cual hacía sus apuestas, todas ellas distintas. Pero si en algo parecía haber unanimidad era en que otro Papa americano…probablemente, no. Una vez más, el Espíritu Santo se reía tiernamente de nosotros mientras terminaba de preparar su regalo sorpresa. ¡Y menudo regalo!
Americano, sí. Pero por tus venas, querido León XIV, corre sangre de muchos tipos y colores. La tuya es la historia de la América criolla: compleja, multilingüe y multirracial. Eres el testimonio vivo de la mezcla cultural con influencias francesas, españolas, africanas, haitianas e indígenas. Eres norteamericano de nacimiento pero la misión en Perú te hizo latinoamericano de corazón. “Soy peruano porque uno no es de donde nace… sino de donde entrega el alma." Quizá por ello, porque sabes bien lo que es la diversidad y porque valoras su riqueza, porque has tenido la experiencia de dejarte ensanchar por la misión, has empezado tu pontificado soñando con una Iglesia abierta que tienda puentes, que dialogue, que sea sinodal y misionera. Una Iglesia unida que sea “un solo pueblo siempre en paz.” Nos quedó bien claro: “In illo uno unum”, al más puro estilo de tu padre San Agustín. ¡Qué bien sienta oír hablar de paz y unidad en un mundo herido por las guerras y el rencor!
El retorno de Francisco a la Casa del Padre nos dejó el corazón triste, pero cómo nos volvió a latir con fuerza cuando nos recordaste- con ese rostro visiblemente emocionado y sereno a la vez- que Dios nos ama incondicionalmente a todos y que el mal no prevalecerá porque estamos en Sus manos. ¡Gracias por tus emotivas y elocuentes palabras y gracias por el recuerdo agradecido a tu predecesor! Seguro que el jueves por la tarde Francisco sonreía desde el Cielo.
“Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?” (Mt 16, 13) Esa fue la pregunta que hizo Jesús a sus discípulos y el interrogante que has querido formular a tu pueblo en tu primera homilía como pontífice. Tú mismo nos has regalado la respuesta: “Jesús no es sólo un líder carismático o un superhéroe, sino el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Esa es la conversión personal que hizo Pedro y la que estamos invitados a hacer personalmente cada uno de nosotros y nosotras; también como Iglesia “viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando a todos la Buena Noticia”.
Cristo en el centro. Sólo desde ahí, desde el encuentro profundo y transformador con ese Jesús al que reconocemos como Señor, seguiremos caminando hacia una Iglesia que “busque siempre la paz, que busque siempre la caridad, que busque siempre ser cercana, especialmente, a aquellos que sufren".
“Quería ser misionero, no quería ser obispo ni cardenal, pero eso es lo que le han pedido hacer y eso es lo que hace”, palabras que llegan de la boca de una persona que te conoce mucho y muy bien: tu hermano mayor. John, además de decirnos que tienes desde siempre una predilección por los pobres, los marginados y los descartados, nos ha confesado que desde muy pequeño querías ser sacerdote y que incluso jugabas a celebrar Misa usando una tabla de planchar. Sabiendo esto, no nos resulta extraño que tus últimas palabras de la homilía de ayer fueran: “desaparecer para que permanezca Cristo”. ¡Qué alivio saber que no anhelabas el poder! ¡Qué alegría constatar que el Espíritu vuelve a hablarnos del liderazgo como servicio, como don, como tarea!
Gracias por tu sí. Lo sostendremos entre todos y todas con nuestra oración por ti. Gracias de antemano por tu entrega y tu disponibilidad. «Ahora comenzamos, y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor» (Santa Teresa de Jesús, F 29, 32).
Compañía de Santa Teresa de Jesús.