
“El camino de la sinodalidad es lo que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. Con esta cita del Papa Francisco comenzaba la carta enviada a Superioras y Superioras Mayores de todas las congregaciones el día 29 de noviembre de 2021; una carta escrita por la Comisión que tiene como principal objetivo elaborar la síntesis de las aportaciones de la Vida Religiosa y consagrada al Sínodo (la comisión fue nombrada por la Unión de Superioras Mayores (UISG) y la Unión de Superiores Mayores (USG)).
En pocos días nuestra aportación les será enviada, y en ella iremos, de alguna forma, las hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, porque en el escrito va mucho más que un texto o unas respuestas, lleva experiencia vivida en los tres continentes donde estamos, van tropiezos, certezas, sueños, cuestionamientos, dudas, afirmaciones, desafíos…
¿Y de dónde nace nuestra aportación? Del proceso de participación generado por el Gobierno general tras acoger la petición del Papa Francisco y de la UISG de tomarse en serio el proceso sinodal y contribuir a él. Las hermanas del Gobierno propiciaron un proceso de participación abierto a todas las Provincias, equipos provinciales y hermanas; no era “obligatorio” hacerlo así, porque se pedía la aportación de la Curia, pero el Espíritu abrió ventanas y la creatividad hizo que entrásemos todas y participáramos de diversas formas: equipos provinciales, comunidades, grupos espontáneos, grupos de edad, la totalidad de la provincia, hermanas de forma individual… Una vez más somos testigos de que la creatividad que nace cuando somos dóciles al Espíritu, toma diversos caminos para hacer brotar una palabra, y en ella, dejar recogida ante todo, el deseo de caminar como hermanas, como Iglesia, en este tiempo sinodal.
La participación enviada se solicitó en torno a varios núcleos que la Comisión solicitó:
- El relato de pequeñas historias de sinodalidad.
- Semillas de sinodalidad que detectamos entre nosotros, en la Iglesia, en el mundo actual, pero que deben dar fruto.
- Cizaña que, mezclada con el buen trigo, atenta contra la sinodalidad y la vuelve inviable o inoperante.
- Discernir cuál es el sueño de Dios sobre la sinodalidad en la Iglesia mundial, particular y local.
- Detectar qué consecuencias se deducen para nuestra vida consagrada hoy, así como para la Iglesia en general, y tal vez alguna propuesta de acción, para que ese sueño de Dios pueda hacerse realidad.
El fruto de todas las aportaciones es rico y extenso, y en su momento será enviado a las hermanas, pero algunas resonancias son:
Al pararnos, reflexionar, orar y compartir, ha sido un regalo descubrir en la Compañía cómo se han ido gestando caminos que llevan el sello de la sinodalidad: la elaboración conjunta por parte de toda la congregación de las Constituciones, los procesos de reorganización de Provincias en la Compañía, el camino recorrido para la creación y constitución de la Fundación Escuela Teresiana, y otras muchas experiencias a distinto nivel que se han ido gestando con el sello de la participación, comunión y misión.
Al reconocernos como Iglesia en camino, agradecemos el don que es el Papa Francisco al abrir tantos caminos que llevan el sello del compromiso evangélico, la experiencia profunda vivida en la Iglesia Latinoamericana con la vivencia de los diferentes sínodos y la Asamblea Eclesial, el camino como Vida Religiosa junto a otras muchas congregaciones en las distintas Conferencias de Religiosas y Religiosos a distintos niveles y en proyectos de misión compartidos…
Queda en nosotras, como Vida Religiosa y consagrada, comprometernos de una forma activa para ofrecer lo que somos, desde nuestro carisma, en la comunidad eclesial para dar rostro a esta eclesialidad. Compromiso que se hace más fuerte al haber puesto la mirada en lo que vivimos y querer, con nuestra vida y carisma, contrarrestar el exceso de machismo y clericalismo, la vivencia autorreferencial, todo cuanto suena a abusos en sus diferentes formas…; para ello, queremos abrir ventanas que nos hagan conectar con el mundo y con todo lo que genera vida, dejar visiones recortadas y acoger la novedad que existe y a la que a veces no somos sensibles. Compromiso de aportar lo que somos y podemos ofrecer, y de abrirnos a los demás carismas para vivir procesos de intercongregacionalidad serios y estables, no como proyectos puntuales, sino como proyectos que nacen de la convicción de la complementariedad de los carismas.
Nuestra aportación al Sínodo es la aportación de mujeres que han sentido y compartido con otras, que la Iglesia no ha sido siempre lo que está llamada a ser para todas las mujeres, y por eso llega con un rostro incompleto del amor y misericordia de Dios.
Lo recogido en estas líneas no son sino pequeños apuntes de lo recibido, pero tras ellos hay esperanza y compromiso que nace de lo que Dios va haciendo en nosotras cuando nos ponemos en juego y juntas dejamos al Espíritu y a nuestro mundo movernos y ponernos en marcha.
Sabemos que nuestra aportación es una entre miles, pero ¿no es asombrosa la riqueza de la Iglesia? ¿no nos estremece pensar en tantos hombres y mujeres entregando la vida a Dios en la Iglesia en favor de nuestros hermanos y hermanas?
Arduo y laborioso trabajo le queda a las personas que forman la Comisión para elaborar la síntesis de la Vida Religiosa y enviarla al Sínodo, por eso ponemos aquí sus nombres, por eso, y porque queremos comprometernos y pedir para ellos la luz del Espíritu. Gracias a Gemma Simmonds cj, José Cristo Rey García Paredes cmf, Maria Cimperman rscj y Orlando Torres sj.
Terminamos como empezamos: “El camino de la sinodalidad es lo que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” y nosotras, queremos responder.