
El 13 de marzo de 2013 conocimos que el jesuita Jorge Mario Bergoglio, cardenal de Buenos Aires, sería el Papa número 266. Hasta el momento, ninguno de sus antecesores había elegido el nombre de Francisco, así que por primera vez la Iglesia católica tenía un Papa de América latina, un Papa jesuita, y un Papa con el nombre del santo de Asís. Todo ello unido al hecho de que su elección venía precedida a la renuncia de Benedicto XVI. Y si los datos fueron novedosos, no lo fue menos la forma en que comenzó su pontificado: “antes de que el Papa os bendiga -dijo desde el balcón de la Basílica de San Pedro- os pido que recen ustedes para que el Señor me bendiga a mí”. Y aquel gentío que abarrotaba la plaza hizo silencio y oró por aquel hombre que, desde entonces, no ha dejado de pedir, ni una sola vez, que recen, que recemos por él.
Muchas imágenes y mensajes impactantes nos han acompañado estos años:
Su primer viaje a Lampedusa en el que dijo: “Inmigrantes muertos en el mar, por esas barcas que, en lugar de haber sido una vía de esperanza, han sido una vía de muerte. Así decía el titular del periódico. Desde que, hace algunas semanas, supe esta noticia, desgraciadamente tantas veces repetida, mi pensamiento ha vuelto sobre ella continuamente, como a una espina en el corazón que causa dolor. Y entonces sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita. Que no se repita, por favor.” (Homilía 8 de julio 2013).
Brasil, Jornada Mundial de la Juventud en agosto de 2013. Aquel recién nombrado Papa exhortaba a los jóvenes, en un país en el que el fútbol es “dios” a jugar en el “equipo de Dios”, a “hacer lío”. O En el año 2015 cuando la JMJ se celebró en Filipinas batiendo todos los récords de asistencia con 7 millones de jóvenes.
Aquel 27 de marzo de 2020, en el que en plena pandemia y bajo una lluvia que parecían lágrimas, vimos al Papa Francisco en solitario en la Plaza de San Pedro mientras rezaba: “Señor, no nos abandones” en esta “tempestad que desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades.”
¡Tantos momentos, celebraciones, encuentros! El Papa en Irak, Emiratos Árabes, Sudan del Sur…, Francisco ante el Inmaculado Corazón de María para hacer la Consagración de Rusia y Ucrania, su compromiso para trabajar por la paz con el gran imán de Al-Azhar de Egipto, sus esfuerzos por forjar mejores relaciones con el mundo islámico, su voz quebrada al pedir perdón a los pueblos indígenas de Canadá por la "catastrófica" y "malvada" política de asimilarlos por la fuerza en la sociedad cristiana, el funeral del Papa Benedicto XVI…
Han sido tantos momentos que, durante estos días, cientos de artículos, mensajes, post en las redes sociales, documentales, podcast, además de tertulias y conversaciones formales e informales, han intentado analizar, releer, rescatar, subrayar, alabar, criticar este tiempo. Diez años dan para mucho, y para mucho da también la diversidad de la Iglesia: personas, países, culturas, momentos históricos, ideologías, posibilidades…
Más allá de las diferencias en la valoración que puede darse de este tiempo, hay datos que no pueden obviarse y que de alguna forma dibujan lo que está siendo su Pontificado y acompaña también la historia de la Iglesia, y por lo tanto de la Compañía.
TRES ENCÍCLICAS:
La primera de ellas, Lumen Fidei, La luz de la fe, vio la luz tres meses después su elección, el 29 de junio de 2019. En ella deja patente el cimiento que sostiene todos sus intentos: la fe posee la capacidad de iluminar y transformar toda la esencia del ser humano.
Dos años más tardes, el 24 de mayo de 2015, fue publicada Laudato Si’, Sobre el cuidado de la casa común. El grito de la tierra es presentado por el Papa unido a la voz de los pobres que son los que más sufren la degradación ambiental. La denuncia del sistema actual se convierte en llamada a aprender a vivir de otra manera, pero para ello, es necesario mirar el mundo, las relaciones, al mismo Dios de otra forma; la llamada conversión ecológica sitúa en el interior de cada persona el cambio y la llamada a una nueva espiritualidad que pasa por la espiritualidad de la conexión. Pero si el plano personal está presente, también lo está la política, la economía, las religiones y la educación.
El 3 de octubre de 2020, el Papa firma la tercera de sus Encíclicas, Fratelli tutti, Sobre la fraternidad y la amistad social. El mundo vivía inmerso en la pandemia del Covid cuando se publicó la Encíclica; Francisco aborda los grandes problemas de la humanidad y desafía al mundo a transformar la realidad denunciando muchos de los males de los que somos cómplices: la cultura del descarte, la indiferencia, los muros de la xenofobia, el trato desigual hacia la persona extranjera, la migración… Pero en medio de todo ello, el Papa comparte su sueño: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: he ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente… Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! Los sueños se construyen juntos”.
Laudato Si’ y Fratelli tutti son concreciones del evangelio, buena noticia, que como en los tiempos de Jesús atrae a muchas personas de la Iglesia y de fuera de ella, pero que también incomoda y produce rechazo en otras. El carácter dialogante del Papa Francisco, la profunda convicción de que NADIE SE SALVA SOLO, su apuesta por el ecumenismo y el diálogo interreligioso, su voz siempre valiente para defender a los que más sufren, su apuesta en favor de los descartados, su condena a las guerras y a los poderes que destruyen…, actualizan en cada mensaje ese sueño de fraternidad universal y de cuidado de la casa común. Todo ello, unido a su estilo, su sensibilidad, el fondo y la forman de su mensaje, va vertebrando su pontificado.
Si a las Encíclicas sumamos sus cuatro Exhortaciones apostólicas, Evangelii Gaudium-2013, Amoris Laetitia-2016, Gaudete et exultate-2018, Christus vivit-2019 y Querida Amazonía-2020, y los numerosos discursos, homilías, palabras con motivos de las diferentes Jornadas las Audiencias generales… se hace patente su sensibilidad y la búsqueda constante por responder al mundo actual desde el mensaje de Jesús y su evangelio.
Y al mensaje se une el modo. La expresión mayor de esta “nueva forma” es el Sínodo de la Sinodalidad que culminará en el año 2024. En el año 2021 todos los bautizados fuimos convocados a participar; el Papa Francisco quiso que también hubiera lugar para la escucha de otras personas de los contextos locales, no creyentes, alejados… De nuevo la forma se convierte también en mensaje y en una manera de comprender la Iglesia.
La voz del Papa también ha sido voz de denuncia, especialmente contra el clericalismo que tanto daño hace a la Iglesia, denuncia que cualquier tipo de abuso y poder, de todo aquello que va en contra de la justicia social, dentro y fuera de la Iglesia; su voz nos recuerda que las guerras son “fracaso de la humanidad”. Pero también palabras de acogida e inclusión, ¿quién soy yo para juzgar?, respondía al ser preguntado por las personas homosexuales, o de valoración de lo diferente y la diversidad, de las personas que la sociedad descarta, especialmente los y las ancianas.
Francisco también ha sido capaz de generar procesos que van mucho más allá de acciones puntuales y que invitan y comprometen a miles de personas en todo el mundo. Dos destacan entre todos ellos: La Economía de Francisco, por el que los jóvenes estudiantes, economistas y personas emprendedoras son invitadas a buscar medios para cambiar la economía y hacerla más humana, y el Pacto Educativo Global, como la forma más concreta de unir esfuerzos para realizar desde la educación una transformación cultural profunda, integral y de largo plazo a través de la educación.
Durante los diez años, el Papa Francisco ha realizado 40 viajes internaciones, y 31 veces ha estado en diferentes lugares de Italia. Todos sus viajes están diseñados respondiendo a objetivos concretos que apoyan sus opciones como Papa y que visibilizan la llamada de la Iglesia a ser Iglesia en salida, a estar cerca de los desfavorecidos, a optar por los descartados, a promover el diálogo interreligioso… Cada viaje se ha convertido no solo en una oportunidad para escucharle y profundizar en su magisterio, sino también para “escuchar” sus gestos, miradas, encuentros. Durante estos días se dice que para conocer al Papa Francisco no basta con leerle, hay que mirarle y descubrir no solo en lo que dice, sino también en lo que hace, su legado.
El día 13 de marzo, el día del décimo aniversario, el Papa publicó: “Gracias por haberme acompañado con vuestras oraciones. Por favor, continuad haciéndolo.”
Como Compañía y Familia teresiana nos unimos a la petición del Papa.