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Celebración XXVI Jornada Vida Consagrada

Crucifico y alianza de  las hermanas teresianas

Con motivo de la celebración de la Jornada para la Vida Consagrada, recogemos al final de este texto el video del Papa que en el mes de febrero 2022, está dedicado a REZAR POR LAS RELIGIOSAS Y CONSAGRADAS. Agradecemos al Papa Francisco su cuidado y estima,  y como hicimos el día de nuestra consagración, ofrecemos nuestra vida para dar gratis lo que gratis hemos recibido: el amor y la llamada a seguirle como comunidad de discípulas en nuestro mundo. 

Compartimos también la carta escrita para esta ocasión enmarcada en el tiempo sinodal que vivimos. 

"Queridos consagrados y consagradas: 

Con ocasión de la XXVI Jornada para la vida consagrada, en Roma tendremos la alegría de participar en la celebración eucarística presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro. Estamos seguros de que también en cada una de las comunidades y diócesis del mundo la jornada del 2 de febrero será una ocasión de encuentro marcada por la fidelidad de Dios que se manifiesta en la perseverancia gozosa de numerosos hombres y mujeres de todos los tiempos: consagradas y consagrados en los Institutos religiosos, monásticos, contemplativos, en los institutos seculares y en los «nuevos institutos», miembros del Ordo virginum, eremitas y miembros de las sociedades de vida apostólica.

La invitación que  os hemos dirigido el año  pasado, en  esta misma ocasión, había sido poner en práctica la espiritualidad de comunión (Vita consecrata, 46) para ser artífices de una fraternidad universal y soñar como una única humanidad (Fratelli tutti, 8). Son palabras que, en cierto sentido, han preparado el camino eclesial que hemos iniciado recientemente y que tiene como título Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión.

Así, pues, este año  nos centramos en la segunda  palabra del sínodo como invitación a que cada uno de nosotros haga su  propia parte, es decir, una invitación a  participar: ninguno se excluya o se sienta excluido de este camino, ninguno, ninguna piense «no me corresponde». A todos, a todas se nos pide entrar en el «dinamismo de escucha mutua, llevado a cabo en todos los niveles de la Iglesia, implicando a todo el pueblo de Dios» (Papa Francisco, Discurso a la Diócesis de Roma,18 de septiembre de 2021).

Se trata, ante todo, de un camino que interpela a cada comunidad vocacional en su esencia de ser expresión visible de una comunión de amor, reflejo de la relación trinitaria, de su bondad y de su belleza, capaz de suscitar nuevas energías para confrontarnos concretamente con el momento actual. Si volvemos a nuestra llamada vocacional, volvemos a encontrar la alegría de sentirnos y ser parte de un proyecto de Amor por el cual otros hermanos y hermanas, antes de nosotros y con nosotros, han entregado la propia  vida.

¡Cuánto entusiasmo en los inicios de nuestras historias vocacionales! ¡Cuánto asombro al descubrir que el Señor me llama también a mí para realizar este sueño de bien para la humanidad! Reavivemos y cuidemos nuestra pertenencia, porque, lo sabemos bien, con el tiempo se corre el riesgo de perder fuerza, sobre todo cuando sustituimos la atracción del nosotros la con la fuerza del yo.

La primera característica de la participación es la pertenencia: no puedo participar si me concibo como el todo y no me reconozco parte de un   proyecto compartido, y si no arraiga en mí la convicción de que «¡cuerpo y miembros deben estar unidos para vivir!», de que «la unidad es superior a los conflictos, ¡siempre!» (Papa Francisco, Audiencia, 19 de junio de 2013).

Mientras recorremos este camino eclesial preguntémonos, queridos hermanos y hermanas, qué tipo de escucha vivimos en nuestras comunidades: ¿quiénes son las hermanas, los hermanos a quienes escuchamos? Y, antes aún, ¿por qué los escuchamos? Se trata de una pregunta que, lo repetimos, estamos llamados a hacernos cada uno de nosotros, porque no podemos considerarnos una comunidad vocacional, y menos aún una comunidad de vida, si falta la participación de alguno de nosotros.

Entremos en este viaje de toda la Iglesia con la riqueza de  nuestros carismas y de nuestra vida, sin ocultar fatigas  y  heridas,  convencidos  de  que  sólo  podremos  recibir  y ofrecer el Bien, porque «la vida consagrada nace en la Iglesia, crece y puede dar frutos evangélicos solo en la Iglesia, en la comunión viviente del Pueblo fiel de Dios» (Papa Francisco, 11 de diciembre de 2021).

La participación se convierte, entonces, en responsabilidad: no podemos faltar, no podemos dejar de estar entre los demás y con los demás. ¡Siempre!, pero más aún en esta llamada a convertirnos en una Iglesia sinodal. Lo sabemos bien, la sinodalidad comienza primero de todo dentro de nosotros con una conversión personal, con un cambio de mentalidad en la comunidad o fraternidad, dentro de casa, en el trabajo, en nuestras estructuras, donde ejercemos el ministerio o vivimos nuestra misión.

Se trata de una dinámica esculpida en nuestra vida, pues es como un eco de aquella primera respuesta al Amor del  Padre que se ha hecho presente en nuestra existencia. Y es allí, en esa dinámica de llamada y de adhesión, donde está la raíz de esa actitud que nos lleva a permanecer dentro de los procesos relacionados·con la vida de la comunidad y de cada persona; a percibir en nuestra realidad personal las heridas y las expectativas; a realizar cuanto nos sea posible para dejarlo todo, con la oración, en las manos de Dios; a no huir de la fatiga de testimoniar la esperanza, dispuestos a perder con tal de que crezca ese camino en comunión que comienza con la escucha, que significa hacer lugar al otro en nuestra vida tomando en serio aquello que para él es importante.

Así, de este modo, la participación asume el estilo de  una corresponsabilidad que ha de referirse, antes que a la organización y al funcionamiento de la Iglesia, a su misma naturaleza, a la comunión y a su sentido último. Es este el sueño misionero de llegar a todos, de cuidar a todos, de sentirnos todos hermanos y hermanas, juntos en la vida y en la historia, que es historia de salvación.

¡Caminemos juntos!

Confiamos nuestros pasos a María, mujer de la atención solícita, y para cada uno invocamos la bendición del Señor.

João Braz. Cardenal de Aviz, Prefecto                               

José Rodríguez Carballo, OFM, Arzobispo secretario 

Por las religiosas y consagradas

https://youtu.be/1O58LHyqWXk