
Como Compañía hemos querido unirnos a la vivencia del Sínodo de la Sinodalidad desde que el Papa Francisco convocara a la Iglesia universal a vivir este tiempo. Todas las hermanas fuimos invitadas a participar en nuestra congregación, pero también a unirnos en las Iglesias locales y diocesanas y a partir de ellas, como Vida Religiosa en muy diversas convocatorias en diferentes niveles. Cuando el Equipo de gobierno general envió nuestra aportación a la UISG, fruto de todo lo que las hermanas y Provincias habíamos enviado, señalaron como uno de los sueños referido a la mujer y la Iglesia:
Una Iglesia, comunidad de iguales, donde la mujer es reconocida como sujeto de pleno derecho, con voz y voto en todas partes, y donde se le valora por los propios talentos, carismas y aportaciones a la comunidad eclesial, local, diocesana, universal.
El Papa Francisco comenzó su profética Encíclica Fratelli tutti con una invitación a soñar juntos, y no precisamente para que el sueño separe de la realidad, sino porque es la única manera de que cada uno, desde su fe y convicciones, pueda aportar su voz y su riqueza. (cfr. FT8)
Tres han sido los pilares que han marcado la reflexión del Sínodo: comunión, participación y misión, y para llevarlos adelante se ha planteado una metodología diferente a todo lo que se había realizado hasta ahora. Fuimos convocados y convocadas como Iglesia universal para participar, el Sínodo quería escuchar todas las voces posibles y tenerlas en cuenta. Y si la metodología fue una novedad, también lo fue que por primera vez en la historia, el Papa Francisco designó a una mujer, la religiosa javeriana francesa Nathalie Becquart como subsecretaria del Sínodo y, por lo tanto, con derecho a voz y voto.
La noticia se hizo pública en febrero de 2021 y fue recibida, como todo en la Iglesia y en la sociedad, con distintas valoraciones. Aún siendo un logro, ¿no era un tanto ridículo? Millones de mujeres en todos los lugares del planeta formamos parte de la Iglesia y sostenemos su vida y misión, millones de mujeres en sus familias son transmisoras de la fe. Y ante millones ¿una mujer? Pero como siempre, hasta que una puerta no se abre, aunque sea con una pequeña rendija, no comienza a entrar la luz, una luz que sabemos, no se enciende para ocultarla, sino para que brille y alumbre a cuantos se ofrece.
Año y medio ha pasado desde aquel anuncio del Papa, año y medio en el que las aportaciones de todas las Iglesias continentales llegaron a la secretaría del Sínodo. Y así, el día 7 de julio, al hacerse pública la lista de participantes con derecho a voz y voto, no solo apareció el nombre de la hermana Becquart, sino el de 51 mujeres más entre los 364 participantes, un 14%.
En el Sínodo también estarán presentes otras mujeres, dos en la Presidencia, y otras como asesoras e invitadas; también la secretaría del Sínodo, al buscar asistentes espirituales, ha querido nombrar a dos, un hombre y una mujer (religiosa cisterciense).
El Sínodo busca en sus participantes pluralidad y apertura. Bien es verdad que cuanto se debata y vote durante la Asamblea no es vinculante, pero quedará constancia en el rechazo o aceptación de los puntos tratados una visión que irá más allá de la que solo el clero y la voz masculina pudiera ofrecer.
Como Compañía, como mujeres, soñamos con Una Iglesia, comunidad de iguales, donde la mujer es reconocida como sujeto de pleno derecho, con voz y voto en todas partes, y donde se le valora por los propios talentos, carismas y aportaciones a la comunidad eclesial, local, diocesana, universal. Falta mucho camino, pero la puerta, poquito a poco, se va abriendo.
En el mes de septiembre celebraremos nuestro XVIII Capítulo general y en él, estamos seguras, también se abrirá la puerta. Ojalá sepamos dar pasos, optar y poner medios para que como mujeres hagamos lo posible por construir una Iglesia, comunidad de iguales en la que la LUZ entre no solo por la puerta, sino por todas las ventanas, las que cada una somos junto a tantas mujeres allí donde estamos.