Pasar al contenido principal

Encuentro con los Moderadores de las Asociaciones y Movimientos Eclesiales

foto de portada

Ana Luisa Ortega, (Coordinadora intercontinental y continental de América), Nayibe Dergal (Secretaria intercontinental y de comunicación de América) y Patricia Alveal (Representante del equipo América) nos comparten su experiencia como representantes del equipo intercontinental del MTA en el Encuentro con los Moderadores de las Asociaciones y Movimientos Eclesiales que tuvo lugar en el Vaticano del  4 al 6 de junio de 2025:

fotos de las participantes

"Queremos compartirles que tuvimos la dicha de representar al equipo intercontinental del Movimiento Teresiano Apostólico en este encuentro de moderadores de asociaciones y movimientos eclesiales reconocidos ante el Dicasterio de los laicos. Este encuentro en el Aula Nueva del Sínodo fue mucho más que una cita eclesial: fue un tiempo de gracia, de escucha profunda y de renovación del corazón. Bajo el lema “La esperanza vivida y anunciada. El don del Jubileo para las asociaciones eclesiales”, fuimos convocadas junto con moderadores de asociaciones, movimientos y nuevas comunidades de todo el mundo para ahondar en nuestra identidad eclesial y renovar nuestra misión.

El Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, presidió cada jornada con cercanía y apertura. Nos sentimos acompañadas y valoradas como parte viva de la Iglesia. Las ponencias de Andrea Riccardi, Luigino Bruni, Donna Orsuto y el Cardenal Tagle nos ofrecieron una lectura lúcida del tiempo que vivimos y una interpelación clara: la esperanza cristiana no es una idea, es una Persona: Cristo Resucitado. Y quien lo ha encontrado, no puede dejar de anunciarlo.

En medio de un mundo herido —por la soledad, la violencia, la indiferencia, la pérdida del sentido—, la esperanza se vuelve urgente. El Papa León XIV, en una audiencia privada en el Aula Clementina, nos habló con fuerza y ternura: "Incluso los lugares más rotos —las crisis familiares, la ausencia de fe, la desaparición de la misericordia, el desprecio por el otro— son también lugares de misión. Lugares donde la esperanza puede ser redescubierta y anunciada de nuevo".

Estar con él en ese espacio tan íntimo fue para nosotras un regalo que llevó al alma a la reflexión y a la gratitud. Sentimos que el Espíritu nos hablaba a través de su voz.

En esos días, reafirmamos que la base de todo carisma es Cristo. No nuestras estructuras ni nuestras tradiciones, sino ese amor primero que da sentido a todo. Somos peregrinos en un mundo que cambia rápidamente, y ese cambio nos reta a leer los signos de los tiempos con vigilancia evangélica, no desde la nostalgia ni el miedo, sino desde la fe.

Nos conmovió escuchar que la ignorancia significa tener miedo a la historia. Para amar, hay que conocer. Y para transformar, hay que entrar con humildad en la realidad.

Como MTA, sentimos que se nos renovó la llamada a vivir con audacia el carisma recibido: a proclamar a Cristo con nuestra vida, a ser constructores de paz, a poner en el centro a los más pobres y heridos, a vencer las barreras del egoísmo que dividen y destruyen. Ser capaces de ofrecer con alegría el punto de luz que nuestro movimiento enciende en el corazón del mundo.

Volvimos a tocar una verdad fundamental: la Iglesia es misionera por naturaleza. Y no puede renovar su misión si no se deja renovar a sí misma. Este llamado nos interpela: ¿cómo estamos viviendo la fe?, ¿cómo formamos creyentes sabios, capaces de leer el mundo con ojos de Evangelio?, ¿cómo cultivamos comunidades que celebren y vivan la fe con profundidad?

Recordamos con fuerza la herencia del Papa Francisco: poner a los pobres en el centro, porque en ellos está Jesús. Y también la sabiduría de San Agustín: si no formamos a nuestros miembros, no les damos lo que necesitan. Para crecer como creyentes se necesita formación constante: Escritura, vida de santos, encíclicas, catecismo, diálogo con el mundo… Necesitamos creyentes con corazón orante, mirada abierta y los pies plantados en la realidad.

La comunidad es la que nos da fuerza. Nos ayuda a discernir, a levantarnos, a sostener la misión. No estamos solos. Somos parte de una Iglesia que camina, que dialoga, que se abre, que se deja transformar. Redescubrimos que conocer la fe, celebrarla y vivirla es un proceso personal, pero que se vive mejor en comunidad.

Para nosotras, el eco más hondo de estos días es este: la esperanza se contagia. Se transmite desde el corazón que ha sido tocado por Cristo. Y cada persona es un don, cada vida es útil, cada historia importa...Nuestra misión como MTA se ilumina desde esta certeza: hemos sido llamadas a ser esperanza viva en medio del mundo, al servicio de cada persona.

Que Teresa y Enrique nos sigan enseñando a descubrir a Dios en lo cotidiano, a abrazar la historia con confianza, a vivir la esperanza como un fuego que enciende, transforma y envía. Porque solo quien ha encontrado la esperanza, puede proclamarla."

¡Todo por Jesús!

  • foto del encuentro
  • foto del encuentro
  • foto del encuentro
  • foto del encuentro
  • foto del encuentro

PT:

Gostaríamos de compartilhar com vocês que tivemos a alegria de representar a equipe intercontinental do Movimento Apostólico Teresiano neste encontro de moderadores de associações e movimentos eclesiais reconhecidos pelo Dicastério para os Leigos.

Este encontro na Nova Sala Sinodal foi muito mais do que um encontro eclesial: foi um tempo de graça, escuta profunda e renovação do coração. Sob o tema “Esperança Vivida e Anunciada. O Dom do Jubileu para as Associações Eclesiais”, reunimo-nos com moderadores de associações, movimentos e novas comunidades de todo o mundo para aprofundar nossa identidade eclesial e renovar nossa missão.

O Cardeal Kevin Farrell, Prefeito do Dicastério para os Leigos, presidiu cada dia com proximidade e abertura. Sentimo-nos apoiados e valorizados como parte viva da Igreja. As apresentações de Andrea Riccardi, Luigino Bruni, Donna Orsuto e do Cardeal Tagle nos ofereceram uma interpretação lúcida dos tempos em que vivemos e um desafio claro: a esperança cristã não é uma ideia, é uma Pessoa: Cristo Ressuscitado. E quem O encontrou não pode deixar de anunciá-lo.

Em meio a um mundo ferido — pela solidão, pela violência, pela indiferença, pela perda de sentido — a esperança se torna urgente. O Papa Leão XIV, em audiência privada na Sala Clementina, falou-nos com força e ternura: "Mesmo os lugares mais fragmentados — as crises familiares, a ausência de fé, o desaparecimento da misericórdia, o desprezo pelos outros — são também lugares de missão. Lugares onde a esperança pode ser redescoberta e proclamada novamente."

Estar com ele em um espaço tão íntimo foi para nós um presente que moveu nossas almas à reflexão e à gratidão. Sentimos o Espírito nos falando por meio de sua voz.

Naqueles dias, reafirmamos que o fundamento de todo carisma é Cristo. Não nossas estruturas ou tradições, mas aquele amor primordial que dá sentido a tudo. Somos peregrinos em um mundo em rápida transformação, e essa mudança nos desafia a ler os sinais dos tempos com vigilância evangélica, não por nostalgia ou medo, mas pela fé.

Ficamos comovidos ao ouvir que ignorância significa ter medo da história. Para amar, precisamos conhecer. E para transformar, precisamos adentrar a realidade com humildade.

Como MTA, sentimos um chamado renovado a viver com ousadia o carisma que recebemos: anunciar Cristo com nossas vidas, ser construtores de paz, colocar os mais pobres e feridos no centro, superar as barreiras do egoísmo que dividem e destroem. Ser capazes de oferecer com alegria o ponto de luz que nosso movimento acende no coração do mundo.

Mais uma vez, tocamos em uma verdade fundamental: a Igreja é missionária por natureza. E ela não pode renovar sua missão se não se deixar renovar. Este chamado nos desafia: como estamos vivendo a fé? Como formamos crentes sábios, capazes de ler o mundo com os olhos do Evangelho? Como cultivamos comunidades que celebram e vivem profundamente a fé?

Recordamos com força o legado do Papa Francisco: colocar os pobres no centro, porque Jesus está neles. E também a sabedoria de Santo Agostinho: se não formarmos nossos membros, não lhes daremos o que precisam. Para crescer como crentes, precisamos de formação constante: Escritura, vida dos santos, encíclicas, catecismo, diálogo com o mundo... Precisamos de crentes com um coração orante, um olhar aberto e pés plantados na realidade.

A comunidade é o que nos dá força. Ela nos ajuda a discernir, a nos elevar e a sustentar a missão. Não estamos sozinhos. Fazemos parte de uma Igreja que caminha, que dialoga, que se abre, que se deixa transformar. Redescobrimos que conhecer a fé, celebrá-la e vivê-la é um processo pessoal, mas que se vive melhor em comunidade.

Para nós, o eco mais profundo destes dias é este: a esperança é contagiosa. Ela é transmitida por um coração tocado por Cristo. E cada pessoa é um presente, cada vida é útil, cada história importa... Nossa missão como MTA  é iluminada por esta certeza: fomos chamados a ser esperança viva no meio do mundo, a serviço de cada pessoa.

Que Teresa e Enrique continuem nos ensinando a descobrir Deus no cotidiano, a abraçar a história com confiança, a viver a esperança como um fogo que acende, transforma, envie-nos. Porque só quem encontrou a esperança pode proclamá-la.

EN:

Ana Luisa Ortega, (TAM Intercontinental and Continental Coordinator for America), Nayibe Dergal (Intercontinental Secretary and Communications Secretary for America) and Patricia Alveal (Representative of the Americas Team) share their experience as representatives of the TAM's intercontinental team at the Meeting with the Moderators of Ecclesial Associations and Movements, which took place at the Vatican from June 4 to 6, 2025:

We are pleased to announce that we had the honor of representing the intercontinental team of the Teresian Apostolic Movement at the Annual Meeting with Moderators of Ecclesial Associations and Movements recognized by the Dicastery for the Laity, Family and Life.

The meeting, which took place in the New Synod Hall, was much more than just an ecclesial gathering. It was a time of grace, deep listening, and heartfelt renewal. Under the theme "Hope lived and proclaimed: The Gift of the Jubilee for Ecclesial Communities," moderators of associations, movements, and new communities from around the world gathered to strengthen their ecclesial identity and reinvigorate their mission.

Cardinal Kevin Farrell, the Prefect for the Dicastery for the Laity, presided over the event each day with warmth and openness. We felt supported and valued as an integral part of the Church. Presentations by Andrea Riccardi, Luigino Bruni, Donna Orsuto, and Cardinal Tagle offered lucid readings of our times and clear challenges. Christian hope is not just an idea—it is a person: the risen Christ. Those who have encountered Him cannot help but proclaim Him.

In a world wounded by loneliness, violence, indifference, and a loss of meaning, hope is essential. During a private audience in the Clementine Hall, Pope Leo XIV addressed us with strength and tenderness: "Even the most broken places—family crises, the absence of faith, the disappearance of mercy, and contempt for others—are also places of mission. They are places where hope can be rediscovered and proclaimed anew."

Being with Pope Leo in that intimate space was a gift that inspired reflection and gratitude. We felt the Spirit speaking to us through his voice.

During those days, we reaffirmed that the foundation of every charism is Christ. Not our structures or traditions, but that first love that gives meaning to everything. We are pilgrims in a rapidly changing world. This change challenges us to read the signs of the times with evangelical vigilance—not out of nostalgia or fear, but out of faith.

We were moved to hear that ignorance means being afraid of history. To love, you must know. To transform, you must approach reality with humility.

As TAM members, our call to live boldly the charism we have received has been renewed. We are called to proclaim Christ through our actions, build peace, put the poorest and most vulnerable at the center, and overcome the selfishness that divides and destroys. We are called to joyfully offer the light that our movement brings to the world.

We touched on a fundamental truth once again: the Church is missionary by nature. It cannot renew its mission unless it allows itself to be renewed. This call challenges us. How are we living our faith? How can we nurture wise believers who interpret the world through the lens of the Gospel? How do we cultivate communities that deeply celebrate and live their faith?

We strongly affirm Pope Francis's legacy of prioritizing the poor because Jesus is in them. We also remember the wisdom of St. Augustine: "If we do not form our members, we do not give them what they need." To grow as believers, we need constant formation. This formation comes from Scripture, the lives of the saints, encyclicals, the Catechism, and dialogue with the world. We need believers who are prayerful, open-minded, and grounded in reality.

The community gives us strength. It helps us discern, get up, and sustain our mission. We are not alone. We are part of a church that walks alongside us, engages in dialogue, opens itself up, and allows itself to be transformed. We rediscover that knowing, celebrating, and living the faith is a personal process best experienced in community.

For us, the deepest echo of these days is this: Hope is contagious. It is transmitted from hearts touched by Christ. Every person is a gift, every life is valuable, and every story matters. As TAM, our mission is illuminated by this certainty: We have been called to be living hope in the world, serving everyone.

May Teresa and Henry continue to teach us to find God in everyday life, embrace history with confidence, and embody hope as a fire that ignites, transforms, and spreads. Only those who have found hope can proclaim it.

All for Jesus