
Desde el 31 de octubre, y hasta el 12 de noviembre, se está celebrando en Glasgow (Escocia) la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26).
La primera COP se llevó a cabo en Berlín en 1995. Fue un hito y preparó el camino para que el 11 de diciembre de 1997, 84 países firmaran el Protocolo de Kioto que exigió a las naciones ricas e industrializadas que frenaran las emisiones de gases de efecto invernadero. En el año 2001 el número de países que se sumaron a la iniciativa llegó hasta los 180.
Pero a pesar de todas las cumbres celebradas, y de los pasos que se han dado, el momento que vivimos es crítico y crucial para salvaguardar el planeta, porque las condiciones que como humanidad estamos favoreciendo son camino seguro hacia la destrucción.
La voz científica no deja de levantarse y alertar sobre las situaciones que sufrimos:
- Ya hemos calentado el planeta más o menos 1,1 grado Celsius desde el siglo XIX. Por cada fracción de un grado de calentamiento, el mundo se ve sometido a olas de calor y sequías intensas, así como a inundaciones e incendios forestales mortales.
- Para reducir las emisiones lo suficiente y mantener al planeta por debajo de los 1,5 grados de calentamiento, tenemos diez años, por lo que las medidas a tomar en Glasglow han de ser rápidas y audaces.
Los OBJETIVOS a lograr en la COP 26 son:
- Adaptarnos para proteger las comunidades y los hábitats naturales.
- Asegurar cero neto global para mediados de siglo y mantener la posibilidad de lograr el objetivo de 1,5 grados.
- Mobilizar finanzas para el clima
- Trabajar juntos para aportar soluciones para implementar el Acuerdo de París.
El Papa Francisco se hizo presente el día 2 de noviembre. Su comunicación fue leída por el Secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, un texto claro y directo del que reproducimos algunos párrafos:
“Hubo un antes de la pandemia; será inevitablemente diferente del después de la pandemia que debemos construir, juntos, partiendo de los errores del pasado.
Un argumento similar puede hacerse para abordar el problema global del cambio climático. No tenemos alternativa. Sólo podremos alcanzar los objetivos escritos en el Acuerdo de París si actuamos de forma coordinada y responsable. Son objetivos ambiciosos, pero no pueden retrasarse. Hoy estas decisiones les corresponden a ustedes. (…)
Se trata de un cambio de época, un reto de civilización para el que es necesario el compromiso de todos, y en particular de los países con mayores capacidades, que deben liderar la financiación climática, la descarbonización del sistema económico y de la vida de las personas, la promoción de una economía circular y el apoyo a los países más vulnerables para adaptarse a los impactos del cambio climático y responder a las pérdidas y daños derivados de este fenómeno. (…)
Al igual que tras la Segunda Guerra Mundial, hoy es necesario que toda la comunidad internacional dé prioridad a la puesta en marcha de acciones colegiadas, solidarias y con amplitud de miras.
Necesitamos esperanza y valor. La humanidad tiene los medios para afrontar esta transformación, que requiere una verdadera conversión, tanto individual como comunitaria, y una voluntad decidida de emprender este camino. Se trata de una transición hacia un modelo de desarrollo más integral e integrador, basado en la solidaridad y la responsabilidad; una transición en la que también hay que tener muy en cuenta los efectos que tendrá en el mundo del trabajo.
En esta perspectiva, debe prestarse especial atención a las poblaciones más vulnerables, con las que se ha acumulado una “deuda ecológica”, vinculada tanto a los desequilibrios comerciales con consecuencias medioambientales como a la utilización desproporcionada de los recursos naturales en su propio país y en otros. No podemos negar esto. (…)
La “deuda ecológica” recuerda, en cierto modo, la cuestión de la deuda externa, cuya presión suele obstaculizar el desarrollo de los pueblos. La post-pandemia puede y debe reiniciarse teniendo en cuenta todos estos aspectos, ligados también a la puesta en marcha de cuidadosos procedimientos negociados de condonación de la deuda externa asociados a una estructuración económica más sostenible y justa, orientada a apoyar la emergencia climática. Es “necesario que los países desarrollados contribuyan a resolver la deuda [ecológica] limitando significativamente el consumo de energía no renovable, y proporcionando recursos a los países más necesitados para promover políticas y programas de desarrollo sostenible”. Un desarrollo en el que todos puedan participar por fin.
Por desgracia, tenemos que constatar con amargura lo lejos que estamos de alcanzar los objetivos deseados para combatir el cambio climático. Hay que decirlo con sinceridad: ¡no nos lo podemos permitir!
… En un futuro próximo, los migrantes por motivos medioambientales superarán a los refugiados por conflictos.
Se necesita una acción urgente, valiente y responsable. También debemos actuar para preparar un futuro en el que la humanidad sea capaz de cuidar de sí misma y de la naturaleza.
Los jóvenes, que en los últimos años nos piden insistentemente que actuemos, no tendrán un planeta diferente del que les dejamos, del que podrán recibir como resultado de nuestras decisiones concretas de hoy. Este es el momento de la decisión que les dará motivos de confianza en el futuro. (…)"
A la vez que se celebra la COP26 en Glasgow, en multitud de ciudades se llevan a cabo encuentros, manifestaciones y numerosas publicaciones que ayudan a tomar conciencia de la situación mundial que sufrimos. Sin duda una de las movilizaciones mayores está siendo la de la juventud; su voz, sus denuncias, son gritos que se unen al clamor del planeta.