
La Congregación para la Vida Consagrada, con motivo de la Jornada del día 2 de febrero, ha dirigido una carta a consagradas y consagrados en la que se nos dice:
“En la Encíclica Fratelli Tutti, el Papa Francisco nos invita a actuar juntos, a reavivar en todos una aspiración mundial a la fraternidad (8), a soñar juntos (9) para que frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social (6).
Consagradas y consagrados (…), os pedimos que pongáis esta Encíclica en el centro de vuestra vida, formación y misión. A partir de ahora no podemos prescindir de esta verdad: todos somos hermanos y hermanas, como por lo demás rezamos, quizás no tan conscientemente, en el Padre Nuestro, porque “sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad” (272).
Estamos ante una nueva llamada del Espíritu Santo. (…) El Papa Francisco, inspirándose en san Francisco, fundador e inspirador de tantos institutos de vida consagrada, ensancha el horizonte y nos invita a ser constructores de fraternidad universal, custodios de la casa común: de la tierra y de toda criatura (cf. Encíclica Laudato si’). Hermanos y hermanas de todos, independientemente de la fe, de las culturas y de las tradiciones de cada uno, porque el futuro no es “monocromático” (100) y el mundo es como un poliedro que deja transparentar su belleza, precisamente a través de sus diversas caras.
Se trata entonces de abrir procesos para acompañar, transformar y generar; de elaborar proyectos para promover la cultura del encuentro y del diálogo entre pueblos y generaciones diversas; partiendo de la propia comunidad vocacional para alcanzar luego cada rincón de la tierra y cada criatura, porque, nunca como en este tiempo de pandemia, hemos experimentado que todo está unido, todo está en relación, todo está conectado (cf. Encíclica Laudato si’).”
Como Compañía de Santa Teresa de Jesús nos unimos a la celebración de esta Jornada, y acogemos la llamada a poner en el centro de nuestra vida y misión, la Encíclica Fratelli tutti que llena de sentido nuestra consagración, así como la experiencia del último Capítulo general y de la Reunión Intercapitular que nos marcó el horizonte y nos hace reconocer la Encíclina como un regalo del Espíritu.