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Celebramos a la Virgen de Montserrat

Virgen de Montserrat del monasterio benedictgino

Al celebrar el 27 de abril la fiesta de la Virgen de Montserrat, ponemos nuestra mirada en la experiencia que junto a ella vivió San Enrique de Ossó, y cómo en los primeros años de la Compañía la Virgen estuvo presente. El texto que presentamos a continuación “En busca de identidad”, está tomado del libro “Experiencia espiritual de Enrique de Ossó” de las hnas. Gloria Rodríguez stj y Silvia Casado stj.

Los párrafos relativos a los primeros años de la Compañía, del Tomo I de la primera parte de la Historia de Compañía por las hnas. Asunción Álvarez Alcón stj, Amelia Pérez de Camino Palacios stj y  Laura Rius Porta stj.

Del libro “Experiencia espiritual de Enrique de Ossó”, Capítulo II EXPERIENCIA VOCACIONAL

EN BUSCA DE IDENTIDAD

“La fuerza de la vocación no contradice la imprecisión y vaguedad de los medios para llevarla a cabo. Enrique acepta la invasión de Dios que lo empuja desde dentro a ser y vivir en una dirección y, sin saber cómo, comienza a dar pasos para que Dios disponga de él. Los hechos que siguieron a su salida de Reus pueden parecer una consecuencia natural y nada más. Sin embargo, leídos en clave de historia de salvación, tienen algún parecido con la alianza y el sacrificio de Abraham.

“¿Ermitaño o misionero?”

Cuando Enrique sale de Reus, tenía muy claro que era preciso cortar de tajo, cambiar el rumbo, y dedicarse por entero a Dios: "ser ermitaño", "con el tiempo, misionero apostólico". Faltaba el cómo, dónde, con qué...

Sorprende que buscara directamente en la ayuda del cielo todo lo que necesitaba, pues se dirige a la Madre de Dios. Sin embargo, nos lo podríamos explicar, de alguna manera, si recordamos que ya había experimentado la protección de la Virgen al haberle devuelto la salud y cuán importante había sido para él la presencia de su madre.

En esta ocasión, no dudará en pedir la ayuda de María para ser fiel al llamado de Dios y encontrar los medios de realizarlo:

"Mis primeros pasos se dirigieron a visitar a la Virgen de la Misericordia en su capilla. Oré allí, le pedí su bendición y me fui lejos...".

“En Montserrat hallé mi vocación”

 Con la bendición de su Madre del cielo, dirige sus pasos también hacia ella. Llega a Montserrat y pide "ser admitido como criado de la Virgen allí".

Más tarde recordará con emoción este encuentro:

"Os busqué solo en mi mocedad. No os conocía; mas oí hablar de Vos... Nadie sabía darme razón de Vos... Solo y por caminos difíciles, llegué a vuestros pies. ¡Cuán cansado del mundo!, ¡con cuántas heridas! ¡Cuántos desengaños en el corazón! A vuestros pies hallé la paz perdida... ¡Bendita Reina de las gracias! A las gradas de vuestro trono sentí revivir en mi pecho recuerdos dulcísimos de mi cristiana madre... Cabe el trono de vuestras misericordias desperté como de un sueño profundo... Creí, deseé y amé lo que nunca debí haber olvidado. El recuerdo de la Madre del cielo despertó en mí el recuerdo de la madre de la tierra, sus ruegos, sus consejos santos, sus buenos ejemplos... Hallé mi vocación".

Enrique, antes de ofrecerse a Dios, se presenta a María tal como estaba, descubriéndole sus heridas, su sed, su esperanza. Mostrándole un corazón contrito, confiado y bien dispuesto. De modo que la Madre del cielo, seguramente conmovida, pudo tocarlo y sanarlo allí donde le hacía falta. Y así como unos años antes le había dado la salud del cuerpo, que él nos dice haber empleado mal, ahora le devuelve "la paz perdida". En una de las meditaciones nos parece encontrar el significado de esta experiencia, puesta por Enrique en labios de la Madre, con el deseo de que otros muchos prueben la grandeza de su misericordia derramada desde ese Santuario: 

"¿Qué temes, pues, hijo mío? ¿Acaso tus pecados, los remordimientos de tu conciencia, los enredos de tus pasiones? Pues, acércate con confianza, que aquí estoy en este trono de gracias para ayudarte, para salvarte. Acércate, hijo mío, contémplame en mi agraciada imagen..., mírame y tórname a mirar... ¿No sientes renacer en tu pecho la esperanza, la calma, el perdón? Soy tu Madre y Madre misericordiosa. ¡Qué temes! Invócame con confianza y recobrarás la paz perdida, el perdón que deseas. ¡Cuántos millares de almas han recobrado la paz y la gracia en este santo templo, delante de mi hermosa imagen!".

Enrique nos dice que en cuanto llegó a Montserrat hizo confesión general, pasó dos o tres días confesándose y estuvo en continua oración... Teniendo así el corazón purificado, la respuesta de Dios por manos de María no se hizo esperar.

Según los relatos que conocemos podemos suponer que Enrique volvió a sentir bajo la mirada de María la misma seguridad que experimentara de niño en relación con su madre. Se encuentra a la sombra protectora de María, y en ese momento de gracia y entrega descubre a Jesucristo, a quien se ofrece, desde ese instante, con todo su ser:

"Al mostrarme a Jesús, fruto bendito de vuestro vientre, al verle tan agraciado y hermoso, dije: "SERÉ SIEMPRE DE JESÚS, SU MINISTRO, SU APÓSTOL, SU MISIONERO DE PAZ Y DE AMOR".

Éste fue su proyecto de vida. Entre Dios y Enrique hay una mutua promesa de fidelidad, sellada con la mirada de María. Ella, la "Estrella" mediadora de su vocación, lo guió hacia el seguimiento de Jesucristo, sacerdote eterno. La decisión está tomada, lo demás se irá dando con el tiempo y la gracia.

Apóstol mariano en ofrenda de gratitud

Los detalles sobre su vuelta de Montserrat para iniciar los estudios en el Seminario, nos son dados a conocer por sus biógrafos. Aquí queremos hacer notar que para estas fechas, hacia octubre de 1854 Enrique tenía ya una vida espiritual desarrollada. Nos parece poder caracterizarlo con aquellas palabras teresianas que describen a una categoría de personas...:

"Cuando una persona ha llegádola Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo uno es eterno y lo otro soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la criatura -esto visto por experiencia, que es otro negocio que sólo pensarlo y creerlo-, o ver y probar qué se gana con lo uno y se pierde con lo otro...y otras muchas cosas que el Señor enseña a quien se quiere dar a ser enseñado de Él en la oración o a quien su Majestad quiere, que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí... Son estas personas que Dios llega a este estado, almas generosas, ALMAS REALES...". (cfr. Camino de Perfección 6,3)

Desde este nivel espiritual se explica que Enrique, antes de iniciar su formación como seminarista, sea ya un apóstol. El apostolado nace de su experiencia de Dios. Él comunicará lo que ha recibido, prueba de ello son esas "Cartas de despedida", llenas de consejos que proyectan su conocimiento de Dios, del mundo y sus vanidades, de la finalidad de la vida y su necesidad de conversión, y de la intercesión de María en el camino de salvación y santificación. Quiere que todo esto sea conocido y vivido también por sus familiares y amigos.

  • "Hay pocos que cuidan de su salvación y del fin para que somos criados...".
  • "Dios nos ha puesto en este destierro para que le amásemos y sirviésemos...".
  • "Acordaos que no tenéis sino una vida, cuya duración es corta, y que no hay más que una gloria, cuya duración es eterna...".
  • "Pensad en las cosas eternas todos los días y en la hora de la muerte, pues con esto sujetarás todas las pasiones de la carne, que siempre trabaja y lucha contra el espíritu, para desapartarle de las buenas obras y privarle de la gracia de Dios".
  • "De nada os aprovecharán las cosas del mundo si al cabo perdéis vuestra alma".

Asocia a su tía María de Ossó, una de las principales destinatarias de las Cartas, a la misión de catequizar a parientes y amigos, para que se conviertan a través de la devoción a María. Así lo vemos ya como apóstol mariano. Le encomienda que "enseñe, practique y diga" un conjunto de oraciones, probablemente también compuestas por él, donde el tema principal es la protección de María en la hora de la muerte y su intercesión poderosa en el momento de la tentación. María puede liberarnos del mal y levantar al pecador caído por ser Madre de misericordia y predilecta de la Trinidad. De esas oraciones, pide a la tía haga imprimir una docena y junto con la petición añade una lista de personas que él cree las necesitan, exhortando a la tía a no escatimar trabajos en esta misión, puesto que lo que está en juego es la salvación de las almas.

A través de esas cartas vemos cómo comienza a despuntar también como apóstol de la pluma, como maestro que se preocupa por enseñar y como orante que comunica aquello que ha visto y oído.”.

Tomado del Volumen I de la 1ª Parte de la Hª de Compañía

La Virgen de Montserrat estuvo muy presente en la formación y el desarrollo de la Compañía. Como gratitud el Fundador quiso consagrársela solemnemente después de ser coronada su imagen y declarada patrona de Cataluña por el papa León XIII. La consagración de la Compañía se celebró el 7 de octubre de 1881, fiesta de la Virgen del Rosario, coincidiendo con el 14º aniversario sacerdotal de Enrique de Ossó, que había celebrado en Montserrat su primera misa en octubre de 1867, celebró una a la que asistieron muchas hermanas que habían sacado el título de maestras en varias escuelas Normales y era costumbre ofrecerlos a la Virgen de Montserrat. Teresa Blanch no estuvo presente, pero en el noviciado, donde era superiora y maestra de novicias, se simultaneó la ofrenda que se hacía en Montserrat. (Hª Compañía  Volumen I pg 154)

Consagración de la Compañía a la Virgen de Montserrat, 1881

Enrique de Ossó escribía a Saturnina en 1881: “... Subiré a Montserrat a tener unos días de retiro, mientras se reúnen allí las hermanas que han sacado el título y el día 2, fiesta de Nuestra Señora del Rosario y aniversario de mi primera misa, cantar la misa en acción de gracias y consagrar la nueva Compañía a la Reina y Patrona de Cataluña”. (pg 203)

Las hermanas destinadas a Orán hicieron con D. Enrique diez días de Ejercicios Espirituales. Pidieron la bendición y se despidieron de la Virgen de Montserrat, oyeron misa cantada por la Escolanía el día de san Francisco de Sales y el Fundador les dio la comunión.

A partir de 1885 es frecuente que Enrique de Ossó acompañe a visitar a la Virgen de Montserrat a las hermanas que emprendían una fundación en el extranjero. Así lo hizo para con las de Orán (Argelia), Montevideo (Uruguay) y para las fundaciones mexicanas de Puebla de los Ángeles, Morelia, Mérida de Yucatán, Chilapa, Zacatecas y Toluca. (pg 261)

  • Virgen Moreneta. Virgen de Montserrat
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