
En el marco del Año capitular en el que estamos llamadas a “convertirnos a una nueva identidad comunitaria”, las hermanas de la comunidad de la Casa general, compartimos la experiencia vivida como parte de la red de acogida a refugiados en Italia.
El 18 de marzo la Sala Pablo VI del Vaticano se convirtió en evidencia de lo que significa ENSANCHAR LA TIENDA y descubrir que cuánto más se abre, más y más personas pueden entrar en ella y convivir. Y si las personas proceden de lugares remotos y diversos, y si las que abren la tienda son gente anónima, con pocos o muchos recursos humanos y/o económicos, y si al contemplar a esa multitud, se escuchan diferentes idiomas, o sorprenden los distintos tonos de piel, o la variedad de vestimenta, o las formas de orar cuando somos inviados a hacerlo, y si además, en medio de la espera de más de 6500 personas, lo que se percibe es alegría, serenidad y unión, entonces resulta evidente que es posible convivir y tender puentes, que es posible acoger y enriquecerse con las diferencias, que tras abrir puertas y corazones encontramos y nos descubrimos hermanos y hermanas.
La mayoría de las personas que se encontraban en la sala eran refugiadas procedentes de Siria, Irak, Afganistán, Somalia, Sudán del Sur, Nigeria, el Congo, Libia y Ucrania, países afectados por las guerras y emergencias humanitarias; todas ellas llegaron gracias a los CORREDORES HUMANITARIOS creados por la comunidad de San Egidio en el año 2016. En la actualidad, la Federación de Iglesias Evangélicas, la Mesa Valdense y Cáritas italiana y la Conferencia Episcopal italiana forman un proyecto ecuménico que se comprometen en garantizar vías legales de acceso a quienes buscan protección. Mirar a estas organizaciones que llevaban diferentes trayectorias pero que se han unido en los corredores, es otro signo de que trabajando con otros y otras, es posible realizar lo que en solitario hubiera sido imposible.
El Papa Francisco forma parte de esta cadena comprometida con los corredores humanitarios que han hecho posible que tantas personas se salven. Corredores, que dijo, siguen siendo una alternativa que ofrece un camino para abrir vías legales a la inmigración. Durante dos horas la sala esperó al Papa, y al ver aparecer a aquel hombre mayor, caminando con dificultad, puestos en pie rompimos en un aplauso que rezumaba cariño, admiración y agradecimiento.
En primer lugar, escuchamos a representantes de la comunidad de San Egidio y de la Iglesia evangélica. Una joven de Siria que compartió todo lo sufrido hasta llegar a Italia, una mujer que con su familia escapó “del infierno de Libia” y una familia italiana de acogida.
Con escucharlos hubiera sido suficiente, porque sus palabras narraban sus historias desgarradoras y la esperanza encontrada en una tierra que los había acogido.
El Papa Francisco habló a continuación para, fundamentalmente, agradecer a tantas personas e instituciones que hacen los corredores humanitarios y la posterior acogida. Sus palabras, escuchadas por nosotras en este año capitular, resonaban especialmente: solos no podemos, por unidos a otros y otras, pueden hacerse grandes cosas; no podemos vivir al margen del sufrimiento, hemos de abrir nuestros hogares, familias y comunidades, instituciones; las personas necesitan ser acompañadas; las culturas se empobrecen si se cierran en sí mismas…
Como comunidad de hermanas teresianas durante seis meses acogimos a un grupo de doce personas ucranianas, con algunos coincidimos en la Sala Pablo VI y la alegría del encuentro fue enorme; puede pensarse que nosotras les ayudamos, pero por ellos y ellas llegamos a descubrir a la comunidad de San Egidio, nos acercamos un poco más a una realidad sufriente que llama a nuestras y a veces no escuchamos, experimentamos que ensanchar la tienda es una opción que conlleva regalos pero también dificultades, descubrimos una Iglesia que trabaja con otros muchos y que está comprometida con los que sufren…
Para nosotras es un reto no olvidar la experiencia y releerla a la luz de este caminar hacia una nueva conciencia de nuestra identidad comunitaria; releerla no solo desde la razón o el análisis, sino sobre todo en oración y teniendo de fondo esos miles de personas que congregadas el día 18 de marzo experimentábamos que si abrimos nuestras tiendas, hay sitio para vivir como hermanos y hermanas.
A continuación el mensaje del Papa Francisco en español. Al final, el video de la audiencia y su mensaje en diferentes idiomas.
"Queridos amigos y amigas, ¡buenos días y bienvenidos!
Agradezco a todos los que intervinieron y han dado sus testimonios. Estoy feliz de encontrarme con tantos refugiados y sus familias que han llegado a Italia, Francia, Bélgica y Andorra a través de los corredores humanitarios. Que se lleven a cabo, se debe tanto a la generosa creatividad de la Comunidad de Sant'Egidio, de la Federación de Iglesias Evangélicas y de la Tavola Valdese, como a la red de acogida de la Iglesia italiana, en particular de Cáritas, y al compromiso de los Gobierno italiano y de los Gobiernos que os han recibido.
Los corredores humanitarios se pusieron en marcha en 2016 como respuesta a la situación cada vez más dramática en la ruta del Mediterráneo. Hoy tenemos que decir que esa iniciativa es trágicamente oportuna, de hecho, más necesaria que nunca; lamentablemente también el reciente naufragio de Cutro lo atestigua. Ese naufragio no debería haber ocurrido, y hay que hacer todo lo posible para que no vuelva a ocurrir. Los corredores construyen puentes que muchos niños, mujeres, hombres, ancianos, provenientes de situaciones muy precarias y de graves peligros, han cruzado finalmente con seguridad, legalmente y con dignidad hacia los países de acogida. Cruzan fronteras y, más aún, los muros de la indiferencia sobre los que muchas veces se hace añicos la esperanza de muchas personas que esperan durante años en situaciones dolorosas e insostenibles.
Cada uno de ustedes merece atención por la dura historia que han vivido. En particular, me gustaría recordar a aquellos que han pasado por los campos de detención en Libia; varias veces he tenido la oportunidad de escuchar su experiencia de dolor, humillación y violencia. Los corredores humanitarios son una forma viable de evitar las tragedias y los peligros asociados con la trata de personas. Sin embargo, aún se necesita mucho esfuerzo para extender este modelo y abrir más vías legales para la migración. Donde falta voluntad política, modelos efectivos como el suyo ofrecen nuevas vías para la acción. Después de todo, la migración segura, ordenada, regular y sostenible es de interés para todos los países. Si no se ayuda a reconocer esto, se corre el riesgo de que el miedo cierre el futuro y justifique las barreras sobre las que se rompen vidas humanas.
El trabajo que hacéis, identificando y acogiendo a las personas vulnerables, busca responder de la forma más adecuada a un signo de los tiempos. Muestra un camino para Europa, para que no se quede estancada, asustada, sin una visión de futuro. De hecho, “cerrarse en uno mismo o en la propia cultura nunca es el camino para devolver la esperanza” (Discurso en la Universidad Roma Tre, 17 de febrero de 2017). En realidad, la historia europea se ha desarrollado a lo largo de los siglos a través de la integración de diferentes poblaciones y culturas. ¡Así que no le tengamos miedo al futuro!
Los corredores humanitarios no solo tienen como objetivo traer refugiados a Italia y otros países europeos, arrebatándolos de situaciones de incertidumbre, peligro y expectativas interminables; también trabajan por la integración, porque no hay acogida sin integración. Han aprendido en su trabajo que la integración no está exenta de dificultades. No todos los que llegan están preparados para el largo viaje que les espera. Por eso es importante implementar aún más atención y creatividad para informar mejor a aquellos que tienen la oportunidad de venir a Europa sobre la realidad que encontrarán. Y no olvidemos que las personas necesitan estar acompañadas de principio a fin. Su papel termina cuando una persona está realmente integrada en nuestra sociedad. La Sagrada Escritura enseña: "Trataréis al extranjero que vive entre vosotros como a uno que ha nacido entre vosotros". (Lv. 19,34).
Saludo a los cientos de personas, familias, comunidades que generosamente se han puesto a disposición para llevar a cabo este proceso virtuoso. Ustedes han abierto sus corazones y sus hogares. Han apoyado la integración con sus recursos y han involucrado a otras personas. Se lo agradezco sinceramente: representan un bello rostro de Europa, que se abre al futuro.
A vosotros, promotores de los "corredores", a los religiosos y religiosas, a las personas y organizaciones que han participado en ellos, quisiera deciros: son mediadores de una historia de integración, no intermediarios que ganan aprovechando necesidad y sufrimiento. No son intermediarios sino mediadores, y demuestran que, si se trabaja con seriedad para sentar las bases, es posible acoger e integrar eficazmente.
Esta historia de aceptación es un compromiso concreto por la paz. Hay muchos refugiados ucranianos entre ustedes. Quiero decirles que el Papa no se da por vencido en buscar la paz, en esperar la paz y en orar por ella. Hago esto por vuestro maltrecho país y por otros afectados por la guerra; aquí de hecho hay mucha gente que ha huido de otras guerras. Y este servicio a los pobres, a los desplazados ya los refugiados es también una fuerte experiencia de unidad entre los cristianos. De hecho, esta iniciativa de corredores humanitarios es ecuménica. Es un hermoso signo que une a hermanos y hermanas que comparten la fe en Cristo.
Por tanto, saludo con afecto a aquellos de ustedes que han pasado por los corredores humanitarios y que ahora están viviendo una vida nueva. Han mostrado una firme voluntad de vivir libres de miedo e inseguridad. Han encontrado amigos y simpatizantes que hoy son una segunda familia para ustedes. Han estudiado un nuevo idioma y han conocido una nueva sociedad. Todo esto ha sido difícil, pero es fructífero. Lo digo también como hijo de una familia de emigrantes que hizo este viaje. Su buen ejemplo y su laboriosidad ayudan a disipar temores y alarmas hacia los extranjeros. De hecho, su presencia puede ser una bendición para el país en el que están y cuyas leyes y cultura han aprendido a respetar. La hospitalidad que se les ha ofrecido se ha convertido para ustedes en motivo de retribución: de hecho, algunos de ustedes están comprometidos a servir a otros en necesidad.
Así, hermanos y hermanas, en esta asamblea nuestra, donde se juntan y casi se mezclan los que acogen y los que son acogidos, podemos saborear la palabra del Señor Jesús: "Fui forastero y me acogisteis" (Mt 25, 35). Esta palabra nos muestra todo el camino. Un camino para recorrer juntos, con perseverancia. ¡Gracias por abrirlo y rastrearlo! ¡Sigan! Que el Señor los bendiga y la Virgen, Madre del camino, les guarde. Yo también los bendigo de corazón y les pido por favor que oren por mí.”