
Zaragoza, 15 de octubre de 2023
Querida Familia Teresiana:
Me llena de alegría dirigirme a ustedes en este día tan especial en que celebramos y agradecemos la vida de Santa Teresa de Jesús. Ella, una mujer del siglo XVI que supo responder a las exigencias de su tiempo, rescatando el valor de la amistad y la fraternidad como parte esencial de la relación con Dios y con la humanidad, sigue inspirando, quizás con más actualidad que nunca, nuestro seguimiento a Jesús y nuestro caminar como Iglesia. Volvamos hoy nuestra mirada y nuestro corazón, a esta maestra de vida, a la amiga y compañera que, desde su experiencia personal y comunitaria, nos sigue mostrando el camino hacia el sueño de Dios: una humanidad reconciliada y fraterna en la que nos reconozcamos como una sola familia.
Este año celebramos su fiesta teniendo de referencia dos acontecimientos que nos interpelan como familia:
El 30 de septiembre concluyó, en Tortosa, el XVIII Capítulo General de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. La experiencia vivida, como comunidad abierta a la escucha del Espíritu y de la realidad, nos confirmó en la invitación a seguir creciendo en una nueva conciencia de identidad comunitaria, conscientes de que en nuestro mundo se da una creciente desvinculación, se deteriora el tejido comunitario y se debilita en muchas personas el sentido y la posibilidad de pertenencia a una comunidad. Queremos seguir recorriendo este camino de conversión, desde un estilo sinodal de vivir y relacionarnos, colaborando con otros, en la búsqueda del bien común y en la construcción de una ciudadanía global.
El segundo acontecimiento que nos interpela, es la celebración de la primera asamblea del Sínodo de la sinodalidad, que en este momento, se realiza en Roma y a la que el Papa ha convocado a un gran número de participantes diversos y divergentes entre sí, como expresión de una Iglesia que vive en su interior las diferencias, polaridades y contradicciones de la sociedad y que tiene como misión reconciliarlas, favorecer que convivan de manera pacífica y creativa e incluso celebrarlas en su diversidad. Un evento que nos dice que es posible escucharnos y dialogar, incluso entre personas que pensamos de modo muy diferente y que necesitamos abrirnos para acoger la diversidad y seguir ensanchando nuestra tienda para que todos encuentren un lugar en ella.
Ante este momento que vivimos de la historia de la Iglesia y de nuestra familia, dejémonos inspirar, una vez más, por Teresa de Jesús. Ella comprendió que su mejor aportación a la Iglesia y a la sociedad de su tiempo pasaba por vivir su identidad de amiga de Dios, desde donde era posible vivir una auténtica fraternidad. Con la reforma del Carmelo, Teresa piensa en un nuevo modo de vivir en comunidad, podríamos decir hoy, marcado por un estilo sinodal. Buscó siempre que sus comunidades tuvieran un número reducido de hermanas para favorecer la relación cercana entre ellas, los tiempos para compartir y orar, la participación de todas no solo para realizar las tareas concretas del monasterio, sino convencida de que la colaboración mutua era parte del apostolado de cada una, y la única forma de establecer relaciones basadas en la igualdad, el amor y el servicio. Así se los pide Teresa: “Aquí todas han de SER AMIGAS, todas se han de querer, todas se han de amar, todas se han de ayudar” (CP 4,7).
Además, esta vivencia de la fraternidad transcendió los límites de cada convento, estrechando lazos fraternos y de familia entre todos los monasterios, y más aún, obligando a que no se desentendieran de los problemas del mundo y que estuviesen siempre presentes en la mente, en el corazón y en sus oraciones:
[…] para eso os juntó aquí; éste es vuestro llamamiento, éstos han de ser vuestros negocios, éstos han de ser vuestros deseos, aquí vuestras lágrimas, éstas vuestras peticiones […] Estáse ardiendo el mundo […] ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia. (CP 1, 5)
La reforma que emprendió fue poco a poco extendiéndose y abriéndose a otros y otras con quienes tejió una gran red de relaciones entre amigos fuertes de Dios. Sus cartas y largas conversaciones, hoy hablaríamos de discernimientos comunitarios, hicieron posible que su acción transformadora en el tiempo influyera en el ámbito social y político, más allá del espacio comunitario de cada convento. Por eso les insiste:
“Procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con sus oraciones, ¡cuánto más que hay muchas más ganancias! (V 7,20)
El Espíritu nos impulsa hoy, como hizo con Teresa de Jesús en su tiempo, a hacer ese poquito que es en nosotros, y determinarnos para asumir personal y corresponsablemente, la invitación a hacer posible la fraternidad universal y la sinodalidad, colaborando con otros en la tarea de restaurar el tejido social para humanizar nuestro mundo.
Antes de terminar, quiero invitarles a unirnos en acción de gracias por la celebración de los 150 años de historia del MTA. Durante un año se han venido preparando para esta fiesta bajo el lema “Nuestra historia nos hace fuertes”. Pidamos que la historia que les queda por construir juntos esté llena de sueños, de proyectos de vida y solidaridad que generen esperanza en el propio ambiente, la recorran hombres y mujeres que tratan de amistad con Dios y, por lo tanto, capaces de entregarse generosamente en el servicio a los demás.
Me despido con palabras de Enrique de Ossó, tengo hecho compañía con vuestra Compañía y me son comunes alegrías y pesares. Iniciemos esta nueva etapa reconociendo que caminamos juntos, alentando la esperanza.
Un abrazo grande de hermana,
Ángela Cuadra Cuadra
Coordinadora general