El encuentro anual de Catequistas y encargados de Pastoral juvenil de la Provincia Teresiana de México, Buena nueva, ha tenido lugar del 30 de agosto al 1 de septiembre. Este año, se celebró en Puebla, al sureste de la capital, Ciudad de México, en la Casa de espiritualidad Nueva Esperanza.
El encuentro de este año tenía el lema "Ser catequista hoy siendo ciudadanos sin fronteras", iluminado por la Opción capitular de la Compañía que quiere responder, desde su carisma y misión, a los retos de nuestro mundo actual. Un carisma educativo que intenta dar vida al deseo de San Enrique de amar a Jesús y hacerlo conocer y amar.
“Como catequistas de la Provincia Teresiana de México, nos hemos reunido para dar respuesta al sueño de Enrique de Ossó: grabar el nombre de Jesús en el corazón de los niños. A través del conocimiento de la realidad, aprendemos a ver con compasión el amor de Dios, siendo maestros, educadores, facilitadores y artesanos del cuidado de nuestro entorno. Nos comprometemos con el proyecto de Jesús y abrazamos nuestra espiritualidad, que nos llama a ser verdaderos catequistas teresianos. Gracias al Equipo de Formación por esta valiosa experiencia de vida.”
Este encuentro-taller tenía un doble objetivo para los asistentes:
- Seguir descubriendo a un Jesús que quiere introducir en nuestro mundo, en nuestra vida, una experiencia nueva de Dios que nos permita vivir de una manera diferente y con esperanza el Reino de Dios.
- Movilizar a la persona, conducirla hacia el centro, hacia lo más íntimo del ser donde descubra la propia dignidad y se vincule y comprometa con las personas y con la realidad.
San Enrique de Ossó y Cervelló, patrono de los catequistas en su tierra natal y referente en toda la Iglesia, en uno de sus escritos, Guía práctica del catequista, revela su visión de la formación en un sentido amplio, una formación integral que busca no sólo enseñar contenidos, sino también formar en valores y acercar a los niños y niñas a Jesús. Esto es algo muy extendido hoy día en las escuelas y centros de formación cristianos pero en la sociedad del siglo XIX supuso una revolución en la manera de entender la educación. Y todo ello, despertando la necesidad de orar como hacía Teresa: “tratando de amistad con quien sabemos nos ama”.