
Del 17 de febrero al 13 de junio, un grupo de 9 religiosas y 5 religiosos de 11 congregaciones distintas participaron en la Escuela de Formadores ofrecida por la Conferencia de Religiosos de Colombia. Dos de ellas eran Teresianas: Olimpia Solórzano y Josefa Kasinde. Hemos entrevistado a Olimpia para que nos cuente su experiencia.
Tras tu experiencia en la Escuela de Formadores, ¿Qué crees que es necesario para poder llevar a cabo un buen proceso formativo?
- Reconocer que siempre hay algo que aprender y que todo ser humano tiene experiencias y conocimientos que puede aportar. Dar el paso de la teoría a la práctica.
- Tener claro los objetivos por los que se desea llevar a cabo un proceso formativo.
- En el caso concreto de la formación en la Vida Religiosa, conviene dejar que la formación toque las fibras íntimas de la vida para que la propia existencia se pueda reformular en función del deseo personal, unido al querer de Dios. Esto da paso a la transformación, que en términos religiosos sería la “conversión”.
- La formación continua, que es elegir seguir haciendo proceso en la vida cotidiana desde los elementos que han generado impacto en tu vida.
¿Cuál debería ser el objetivo último de la formación, más allá de la congregación concreta en la que se lleve a cabo?
Transformar la vida desde el sentido vocacional. No tiene sentido llenarnos de conocimientos cuando estos no generan cambios en una misma o en su entorno.
¿Qué modalidad tenía el curso? (Cada cuánto os reuníais, dónde, cómo se impartían las clases…)
Hay dos formas de participar: el primer módulo es presencial; el segundo módulo es virtual. Tiene una duración de casi cuatro meses. Fue un grupo muy bonito, nos identificamos bien desde un inicio. Las clases se impartían en el aula de la CRC preparada propiamente para la ESFOR. Era de lunes a jueves de 8:30 am a 4:00 pm y los viernes eran hasta medio día.
Tuvimos dinámicas de trabajo en equipo con la intención de reconocer el modo personal de trabajar en equipo, encontrar fortalezas y debilidades, así como aprender nuevas técnicas. Aprendimos teoría desde la práctica.
Los maestros fueron variados: laicos y religiosos, todos profesionales con experiencia. Cuatro personas formaban el equipo base de la ESFOR, Oswald León (responsable de la ESFOR, quien lastimosamente falleció de manera repentina, antes de que acabáramos la formación), Catalina Perdomo, Claudia Siabato y Carolina Vanegas.
¿Qué ha supuesto para vosotras participar en este curso? ¿Qué es lo que más os ha enriquecido?
Ha supuesto hacer un esfuerzo fuerte para tocar heridas personales y replantearnos nuestra situación vital. Abrir nuestros espacios como Teresianas, y convivir con otras congregaciones y carismas diferentes, reconocer que cada carisma es un don y riqueza del Espíritu, y que hay mucha diversidad. Esto me gustó porque me sonaba a sinodalidad.
¿Por qué es importante la formación?
Algo que nos decía siempre el padre Oswald es que “si quieres un cambio positivo en la formación, hazlo de otra manera…si siempre haces lo mismo, siempre tendrás los mismos resultados”. Yo lo aplico a todo, si quiero algo diferente en mi propia vida es importante “pensar, actuar, incluso hablar diferente”, si quiero resultados diferentes en la comunidad que yo acompaño o en el trabajo que realizo, aplico lo mismo. La formación es una oportunidad para encontrarnos con pensamientos, propuestas y experiencias que ayudan a plantearse, de manera personal, situaciones, retos o metas diferentes.
Algo más que añadir…
Creo que este tiempo ha sido un regalo de Dios y la Compañía ha apoyado mucho para que yo pudiera vivirlo. Me siento sumamente agradecida, y por ello, motivada a que lo vivido tenga frutos en mí y en aquellas personas con las que vivo y trabajo.
También, el tener esta misma experiencia con Josefa, formadora del noviciado de Angola, me permitió compartir con ella desde su experiencia, valorar las diferencias culturales y procesos regionales dentro de nuestra Compañía, así como aquellos aspectos que siempre son comunes en la formación, pese a lo diverso.
Una de las cosas más importantes para mí es tener contactos de compañeros que son ahora una red de apoyo en esta labor de la formación en la Vida Religiosa. Es bueno compartir con quienes han vivido esta experiencia de misión, pero también con quienes la viven actualmente, porque los tiempos son diversos desde la perspectiva antropológica.