
DESDE LA COMUNIDAD DE LA CASA GENERAL DE ROMA NOS COMPARTEN:
Uno de los acuerdos del XVII Capítulo general estaba relacionado con la Casa general de Roma, y seis años después, la Curia se traslada a la nueva sede en Zaragoza (España).
Si todos los cierres o traslados de casas conllevan cierta nostalgia y despertar de recuerdos, el de la Casa general no podía ser menos. Estos días recordamos a hermanas que vinieron a la primera comunidad y con su sacrificio y esfuerzo lograron que el gran edificio fuese “casa”. Durante sesenta y dos años, muchas hermanas han vivido aquí, muchas han entregado en esta casa su vida de forma casi anónima, escondida, cuidando detalles que otras muchas podríamos nombrar, ver, e incluso, saborear. Otras hermanas dejaron aquí parte de su vida, o de sus vacaciones, para acercarnos y hacer accesibles los escritos de Nuestro Padre, preparar el museo, trabajar en el archivo de la Compañía, en la secretaría, en todo lo que hoy agradecidas recogemos como nuestra historia. Otras hermanas estudiaron en el juniorado internacional o asistieron a universidades. Y cuántas vinieron a los Capítulos y a la Tercera Probación. Otras, junto con laicos y laicas, asistieron a los CIT´s. Además, en esta casa se tejió parte de la historia de la Compañía en Italia y hasta muchos niños y niñas comenzaron a conocer al Amigo Jesús. ¡Y cómo no recordar la beatificación de Nuestro Padre y tantos otros acontecimientos! Y si hablamos de Casa general, no podemos dejar de nombrar con agradecimiento, a las hermanas que durante tantos sexenios vivieron aquí su servicio y entrega como Gobierno general: aquí se encontraban para reunirse, compartir, dialogar, discernir, y desde aquí viajaban para llegar a todos los rincones donde está la Compañía.
Pero ya lo dice nuestra querida santa, TODO SE PASA, y es tiempo de caminar y de cambiar, de aligerar estructuras y rentabilizar edificios que tenemos. Y cuando todo se pasa, somos libres de elegir vivir desde la nostalgia o despertar el agradecimiento por todo lo que ha sido y más aún, por lo que será.
A primeros de mayo la comunidad de la Casa general estará en la nueva sede. Cuando ese día llegue, quedarán atrás otros muchos días de recogida y limpieza, de ordenar, de reconocer en tantos objetos la vida que ha ido pasando durante años en esta casa. Y en Zaragoza, de nuevo habrá que colocar, y poner empeño e ilusión para que todas las hermanas sintamos que allí está “nuestra casa”. Y así será, porque también nos dice Teresa de Jesús que “somos cimientos de las que están por venir” y las casas las hacemos hogar al formar comunidad.
Este año capitular nos invita a convertirnos a una nueva identidad comunitaria. Una de las riquezas de esta llamada es la de descubrir que lo que nos conforma como personas son las relaciones y el mundo donde vivimos y del que somos parte. Por eso vamos confiadas, porque la Iglesia universal que tan palpablemente se vive en Roma, tendrá ahora uno de los muchos rostros que constituyen el Pueblo de Dios, las despedidas que estos días estamos teniendo, se mezclarán con nuevos saludos, a las personas que dejamos y guardamos en el corazón, se unirán otras por conocer, al recordar los preciosos árboles que plantaron las hermanas y han crecido en el jardín de Roma, añadiremos otra naturaleza distinta pero que nos traerá el mismo mensaje, nuestra casa es la madre tierra.
Hablar de Zaragoza es nombrar a la Virgen del Pilar. A ella encomendamos esta nueva etapa y con el Papa Francisco “le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia -la Compañía- llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo.” (Evangelii Gaudium 286). Que siempre seamos CASA con sabor a evangelio, y que en ese ser casa, nos tengamos presentes todas las hermanas; nosotras, de forma especial, agradecemos haber compartido esta última etapa con las hermanas de la otra comunidad de Roma, la que se queda, las hermanas de Via Ardea. ¡Cuánto nos echaremos de menos!
Damos gracias a Dios por todo lo vivido en Roma, en la Casa general, y confiadas repetimos las palabras de nuestro Padre: a la sombra de la Virgen crece y se desarrolla la Compañía.