
Fue un 12 de junio de 1947 cuando las primeras hermanas teresianas llegaron a Padua. El mismo edificio que las acogió fue el lugar en el que el 21 de mayo se celebró la Eucaristía para agradecer la presencia teresiana y la misión educativa durante 75 años de entrega y compromiso.
Acción de gracias acompañada de esa convicción: nada de lo que se hace por amor se pierde, y es que cuando en junio finalice el curso escolar, el Teresianum cerrará sus puertas.
La Eucaristía congregó a un gran número de personas que, de una forma u otra, representaban a otras muchas. A las hermanas que forman la presente comunidad, Mª Teresa, María A., Eloisa, Pilar y María O., se unieron un grupo de la hermanas del Gobierno general y de la Provincia Teresiana de Europa, pero en ellas, otras muchas hermanas estaban presentes; también sacerdotes, familias del colegio, personal, profesorado, exalumnos y exalumnas, amigos… Enumerar siempre es arriesgado porque pueden quedarse personas fuera, por eso, como dijo la hna. Mª Teresa García Lima en la monición de entrada, estaban presentes personas que “queremos dar gracias al Señor por todo lo que ha hecho en esta escuela, que ya forma parte de nuestra vida”.
La historia del TERESIANUM tiene grabada la vida de muchas hermanas, personal, y generaciones de estudiantes, por eso, recordar esta historia en la Eucaristía, fue ofrecer a Dios todo lo vivido desde el agradecimiento, como mostraba el mural preparado para la celebración.
Las palabras de la hna. Asunción Codes, Coordinadora general, pronunciadas con cariño y emoción al finalizar la Eucaristía, fueron un reconocimiento sincero y con profundo sentido de gratitud. Fue una acción de gracias a Dios que ha permitido que nuestro carisma educativo se haya enriquecido con la vida, la cultura, las costumbres de esta tierra y del pueblo padovano; gracias a las hermanas que durante estos años vivieron como auténticas teresianas con amor, sacrificio, humildad y gran osadía; gracias a educadores y educadoras que han compartido la vida y la apasionante misión de educar y acompañar a las futuras generaciones…, gracias a padres y madres de familia que han confiado lo más grande que tienen, sus hijos e hijas; gracias a quienes han sido el sentido de la entrega, desvelos y razón más fuerte de todo cuanto se ha vivido, a los alumnos y alumnas actuales y a tantas generaciones pasadas que han acogido la semilla sembrada y que en muchos ya da fruto. Gracias a todas las personas presentes, a la Iglesia local, y a tantas colaboradoras.
El reconocimiento de Asunción y la acción de gracias se percibían también en el ambiente, porque se respiraba que el “todo se pasa” de la Santa, no es una palabra de final, sino de abandono en quien sabemos nos ama por encima de circunstancias y acontecimientos.
Con estas palabras del “todo se pasa” Mª Teresa comenzó su mensaje al inicio de la Eucaristía; sus palabras estuvieron iluminadas por la experiencia de quienes han aprendido, en contacto con el Teresianum, que ese “todo se pasa”, lleva dentro la vida compartida. Mª Teresa recogió en su monición, algunos de los mensajes recibidos al conocer la noticia del cierre:
- Una maestra: “¡A ustedes, que han sido mi familia trabajadora durante muchos años, ustedes que me han formado y me han ayudado a crecer! Si hoy soy quien soy, humana y profesionalmente, ¡se lo debo también y sobre todo a ustedes! ¡Aprendí a armonizar y mezclar el cansancio con la confianza, las sonrisas con el coraje, las dificultades con la esperanza!”.
- Un exalumno y padre escribió: “Empecé a asistir al Teresianum en 1973... Tenía seis años y la Hermana Gemma - pero entonces la Madre Gemma se decía a sí misma - fue mi maestra de primer grado... De 1973 a 2012, casi una vida donde dos generaciones han tenido el centro de su vida en el Teresianum, diría que no sólo académicamente.”
La Eucaristía fue presidida por Don Lorenzo Celi, Director de la Oficina Diocesana de las Escuelas Católicas, y concelebrada por el párroco Don Egidio y el Padre Julián, capellán del colegio los últimos meses. Después de la celebración, como tantas otras veces en el pasado, el patio del colegio se convirtió en lugar de encuentro y convivencia, de saludos, y seguramente recuerdos, mientras se compartía la comida ofrecida con tanto cariño.
La historia de la Compañía de Santa Teresa de Jesús a lo largo de sus 145 años de vida se ha ido escribiendo en diferentes lugares; en algunos de ellos ya no hay comunidad de hermanas, ni colegios… Cuando se viven momentos así, queda en lo escondido casi todo lo que se ha experimentado de búsqueda, diálogos, intentos… Pero creemos que nada de lo vivido se pierde. Cuando la historia se mira solo desde el plano humano, puede parecer que detrás de cada cierre hay un fracaso; pero no sería justo hacer esta lectura de tanta vida y de tanta entrega. En Jesús creemos que no hay final, en Él reconocemos que no hay amor más grande que dar la vida, y esto lo han vivido cientos de hermanas que en distintos lugares, también en Padua, han entregado todo.
Dios, que es quien nos llama y envía, será quien cuide tantas semillas enterradas y quien hará que den fruto para bien de nuestro mundo. D. Lorenzo en su homilía decía que las familias, todas las generaciones y personas que han estado en contacto con el carisma educativo, son quienes han de custodiar el legado teresiano. Así lo pedimos con confianza y profunda acción de gracias por estos 75 años de vida y misión en Padua.