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Lugares carismáticos

Ávila

La ciudad amurallada de Teresa es lugar sagrado para la Familia teresiana. Caminar por sus calles es sentir viva la presencia de la Santa, y orar en su casa natal, es conectar con nuestras raíces. Las murallas y puertas de Ávila nos recuerdan la alegoría del Castillo interior, y la necesidad de “entrar dentro” para encontrarnos con Jesús y gozar de la presencia del Amigo como hizo Teresa de Ávila.

Visitar los lugares donde nació y vivió, contemplar la ciudad desde los Cuatro Postes, rezar en el Monasterio de la Encarnación y en el de San José, es respirar el deseo de seguir a Jesús de la Santa fundadora.  Ávila es Teresa misma, y conocer la ciudad, ayuda a comprender, cómo su tierra castellana configuró su ser y su espiritualidad.

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    Ávila

Tortosa

La ciudad de Tortosa guarda entre sus calles y edificios, los primeros pasos de Enrique de Ossó como seminarista y sacerdote. Allí creció su amor a Jesús, y su ser de apóstol teresiano. Quiso que en Tortosa estuviera la primera casa de formación de la Compañía, y entre sus calles experimentó, que como buen discípulo de Jesús, no podía ser más que su Maestro, y pasó, del reconocimiento y valoración, a la soledad y cuestionamiento de muchos. 

Tortosa, bañada por el río Ebro, se convirtió en corriente de agua desde donde brotaban cauces que regaron España con el espíritu de la Santa. 

En la casa que la Compañía tiene en Jesús-Tortosa, reposan los restos de San Enrique de Ossó desde donde sigue cuidando y velando por la Familia Teresiana.

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  • Tortosa: la cuna teresiana de san Enrique

Alba de Tormes

Adentrarse en la provincia de Salamanca para llegar a Alba de Tormes, es recorrer el mismo camino que hizo Teresa y siglos más tarde, repetiría Enrique. 

En 1582 Teresa realiza su último viaje a Alba de Tormes, donde falleció como “hija de la Iglesia”; sus restos se encuentran en el Monasterio de la Anunciación que ella misma fundó. Alba es lugar de peregrinación en la actualidad, pero no ha habido peregrino que movilizara a tantas personas para rezar ante Santa Teresa, como San Enrique de Ossó, ya que en 1877, cuatro mil personas peregrinaron hasta Alba para rendirse a la “robadora de corazones” como Enrique la llamaba.

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  • Alba de Tormes: el último destino de Teresa

Desierto de las Palmas

El Desierto de las Palmas (Comunidad Valenciana) es para la Familia teresiana lugar en el que se percibe la presencia de San Enrique de Ossó. El nombre de desierto esconde la fecundidad de un parque natural que alberga la presencia de la Orden carmelitana en el Monasterio, y en pequeñas ermitas que favorecen una profunda experiencia de desierto y soledad habitada. 

San Enrique se sintió atraído por este lugar, y allí, escribió muchas de las páginas de su vida y de sus proyectos apostólicos. Así lo describe él mismo: “Aquí, a la sombra de la protección de Teresa de Jesús, bajo el techo de su privilegiada casa de oración, rodeado de almas buenas que constantemente se ocupan en orar, nuestra querida Madre Teresa de Jesús me inspirará cosas que sin estas circunstancias jamás se me hubiesen ocurrido…”.

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  • Desierto de Las Palmas
  • Creciendo en el Desierto de las Palmas

Santuario de Montserrat

El Santuario de la Virgen de Montserrat, en la provincia de Barcelona, es para la Familia teresiana, el lazo que nos une al amor de San Enrique por María, “Bendita Reina de las Gracias”. 

A esta montaña, y a la Virgen de Montserrat, están asociados momentos muy significativos de la vida de Enrique y de su proyecto apostólico. Tras fundar la Compañía, quiso que las hermanas, antes de marchar a África y América, fuesen a encomendarse a la protección de la Moreneta; así lo narra él mismo: “A vuestra montaña subieron las almas esforzadas, vuestras Hijas, ¿no las conocéis?, antes de surcar los mares e irse a anunciar la buena nueva en África y América. Allí están trabajando, y desde allí vuelven su mirada hacia Vos.”.

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  • Montserrat: enclave mariano para San Enrique
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  • Montserrat

Monasterio Sancti Spiritus

En este monasterio franciscano de Gilet, falleció Enrique de Ossó el 27 de enero de 1896. Los últimos años de su vida no fueron fáciles, pero le llevaron a desear profundamente el encuentro en soledad con Jesús. Buscando días de oración, se retiró con los hermanos franciscanos que entrañablemente le acogieron, sin saber que allí terminaría su vida. Así lo describen en su diario: 

“Este día se retiró por la noche a la hora de costumbre y se puso a escribir, ya cerca de las once se acostó. Al meterse en la cama se sintió enfermo. Como no había celdas contiguas, se levantó y subió unos escalones para pedir auxilio; dio varios golpes a la puerta central y salió inmediatamente un padre y el vigilante de noche. Ya lo encontraron en el suelo y con la cabeza caída hacia el pecho. Entre los dos lo trasladaron a la cama y conservó, por breves momentos, el habla y la razón. Viendo los padres que parecía agonizar, le dieron la absolución y entregó plácidamente el alma al Señor, a las once y media de la noche, poco más o menos…” (Testimonio de fray Buenaventura Ivars)

Fue enterrado en el mismo cementerio del convento, y en 1908, sus restos fueron trasladados a la capilla de la casa de la Compañía, en Jesús-Tortosa.

  •  El encuentro definitivo en el Monasterio de Sancti Spiritus
  • Monasterio Sancti Spiritus
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Vinebre

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Ruta de Ossó

Puedes conocer más sobre la vida de San Enrique de Ossó y los lugares por los que pasó en www.rutaossó.org